ENNE Arquitectos en revista Clave
Atrapando al vacío
Hablar de arquitectura es involucrar una gama muy amplia de conceptos que confluyen en un centro específico: el ser humano dentro de un hábitat individual y colectivo. Es filosofía pura, que por efímera que sea, debe extraer desde el pensamiento creativo la materialización de una tangible realidad.
Antonio Naranjo y Christian Erazo se asocian bajo la marca ENNE Arquitectos para dar rienda suelta a un espíritu innovador, pero más allá de eso, para enfrentar responsablemente las principales funciones del arquitecto: crear entornos urbanos adecuados para la vida y, paralelamente, proteger el medio ambiente para las futuras generaciones.
Su portafolio incluye proyectos a nivel nacional e internacional de vivienda individual y multifamiliar, hospitalidad (salud y bienestar), y oficinas. Antonio y Christian muestran tal afinidad de pensamiento que durante esta conversación el uno termina el pensamiento del otro, y viceversa, en absoluta comunión de enfoques.
La tendencia arquitectónica que practican corresponde al movimiento moderno, es decir, pretende influenciar directamente sobre la calidad de vida de los usuarios independientemente de la tipología de cada proyecto. Comparten el criterio de que “las edificaciones deben ser una respuesta a cuestiones intrínsecas del ser humano y sus necesidades específicas”, y si bien consideran aspectos económicos, no responden puramente a ellos.
Inician esta conversación mencionando a uno de los arquitectos más reconocidos de la historia, Frank Lloyd Wright, porque entienden que su éxito no es pura casualidad, sino más bien el resultado de un proceso de prueba y error, en el que las conclusiones surgen de un valioso proceso de aprendizaje. “Dicen que cuando Frank Lloyd Wright terminaba una casa se mudaba a vivir una semana en ella, para comprobar la función de los espacios en relación con la visión general de la familia. De este ejercicio resultaron todas las innovaciones que aplicó en sus diseños para viviendas, que a través del tiempo se fueron transformando, mejorando, y convirtiéndo en íconos arquitectónicos”. Escuchando esta aseveración percibo que su proceso creativo obedece a una línea de constante aprendizaje y, por ello, cada nuevo proyecto presenta innovaciones a experiencias anteriores.
Otro de los principios que dan forma a su labor es el no desviarse del pensamiento natural que considera que el ciclo de vida de las construcciones debe mantenerse en balance con el ciclo de vida de sus habitantes. “Los edificios son entes vivientes que tienen que transformarse, deben ser adaptables con el tiempo y acompañar a las personas a lo largo de su vida. Para ello, la arquitectura debe ser flexible, evolucionar con ese transcurrir del tiempo y satisfacer necesidades puntuales en el presente, pero siempre considerando el futuro”, manifiestan.
Cuando indago sobre su definición de arquitectura la respuesta es inmediata. “Se dice que los arquitectos somos los maestros de atrapar el vacío, pero en realidad lo que hacemos es generar condiciones de vida en esos vacíos. Aplicamos en ellos los recursos que tenemos en cada época, porque la arquitectura en sí tiene que ser, como decía Luis Barragán, “tradicional”. El término no se relaciona con la arquitectura vernácula o el uso de materiales antiguos, sino más bien con una arquitectura ligada siempre al presente, considerando variables de toda índole, como por ejemplo el fenómeno del cambio climático que afecta al mundo actual”.
En el ejercicio diario de su profesión aplican conocimientos adquiridos con el tiempo y la experiencia, suman las bondades de la tecnología, y se mantienen fieles al inviolable principio de priorizar al ser humano como principio y fin de cada inspiración creativa. Consideran que “más allá de una profesión, la arquitectura es un oficio, porque se aprende haciendo. Abundan los retos teóricos, pero es en la puesta en práctica cuando se determinan los éxitos y los fracasos”
Sus mejores ideas parten de lo experimental y empírico, atraviesan un proceso de control y registro, y decantan en una evaluación posterior que es rigurosamente analizada para validarla y determinar su éxito. Todo el proceso se plasma en una especie de bitácora que detalla errores y aciertos, pues de estos resultados se desprenderá si la experiencia se repite, se perfecciona, o se deshecha.
Su norte es la sustentabilidad y, según ellos, “solamente cuando la arquitectura comienza a convertirse en ingeniería es donde se verifica la sustentabilidad, porque lo conceptual no es medible, mientras que la realidad construida sí lo es”. Para ellos la sustentabilidad no es una opción, es una obligación para todo constructor porque el consumo energético que generan es enorme y los recursos del planeta no son ilimitados.
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